Muchas personas desprecian el póker como un juego obsesionado por el dinero y la manipulación psicológica, pero hay muchas cosas que podemos aplicar de este juego, no apto para pusilánimes mentales, a nuestra vida cotidiana.

Al fin y al cabo, la clave para vencer en una larga partida no se encuentra ni mucho menos en tener las mejores cartas; ni siquiera en engañar a los demás, sino en conocer muy bien cuáles son nuestros límites y los de los que nos rodean para actuar en consecuencia.

Por eso, entender los trucos de los grandes jugadores para no dejar ver sus intenciones nos pueden servir en diversos entornos, especialmente el laboral. Un aviso antes de empezar: si quieres triunfar en este juego, no debes tener ninguna aversión al riesgo y tienes que ser capaz de mantener la cabeza fría tanto en la desgracia como cuando crees que vas a salirte con la tuya.

Al igual que ocurre cuando se nos reparte una mano de cartas no especialmente buena, no podemos hacer nada para cambiarla, pero sí tenemos que saber qué podemos hacer y hasta dónde podemos llegar con ellas. Es ahí donde entra la parte menos azarosa y más psicológica del juego, puesto que incluso la peor de las manos puede hacernos ganar mucho dinero si somos capaces de persuadir a los demás de que estamos en una mejor posición de ellos o, por lo menos, que estamos seguros de lo que hacemos.

La clave se encuentra en dos factores: por un lado, la seguridad personal; por otro, el conocimiento de las ventajas que posee cada cual. No hay nada que señale de forma más evidente que tenemos una mala mano que fanfarronear exageradamente, puesto que se trata de un comportamiento artificial particularmente sospechoso. Además, recuerda que todos los detalles de nuestro lenguaje no verbal pueden delatarnos o proporcionarnos credibilidad.

Sé consciente de que puedes perder

Todos los grandes jugadores de póker saben que, tarde o temprano, perderán, pues de lo contrario, nunca podrían ganar. En sus manos se encuentra minimizar estas pérdidas o, en todo caso, intentar que las grandes debacles tengan un sentido. Como ocurre en una mano del juego, negociar en el trabajo puede significar cambios importantes en nuestra vida, por lo que debemos tener presente antes de empezar la posibilidad del fracaso, y admitirla como algo altamente probable. Sólo de esa forma nos sentiremos lo suficientemente liberados como para no dejar que nuestras emociones entorpezcan nuestra estrategia.

Hay gestos que suelen repetirse entre los jugadores novatos, y que muestran su vulnerabilidad. Es el caso de mantener las cartas en alto o consultarlas una y otra vez después de que estén en la mesa. Cualquier titubeo, cuando nos encontramos negociando algo, puede hacer pensar a la otra persona que nuestra argumentación no está suficientemente bien construida.

Toma decisiones rápidas

Otro problema habitual entre los jugadores que comienzan en el mundo del póker es a confundir la velocidad con la impulsividad, seguramente después de darse cuenta de que los mejores suelen tardar poco tiempo en decidir su estrategia, lo cual transmite una innegable sensación de seguridad en uno mismo. Ir a una mano sin pensarlo dos veces si no tenemos con qué respaldarlo es contraproducente, puesto que nos hará pasar por unos inconscientes.

Tan sólo a lo largo del tiempo, cuando hemos conseguido una gran experiencia, somos capaces de reaccionar rápidamente a todos los posibles escenarios en los que podemos encontrarnos. La clave se encuentra en prever posibles salidas en la negociación para ir un paso por delante de aquel con quien negociamos. En resumidas cuentas, “si tienes que pararte a pensar es porque no has pensado antes lo suficiente”.

Prevé los riesgos

Es probable que si entramos en el despacho de nuestro jefe y le pidamos un aumento del 200% de nuestro sueldo, piense que estamos locos. Eso, en el mejor de los casos. En el peor, puede tomárselo como una afrenta y ponernos de patitas en la calle. De igual manera, para cuando llegamos hasta la última carta del flop en el póker, es probable que haya un montón de dinero en la mesa. ¿Ha merecido la pena? Quizá no ganemos, pero debemos ponernos en una situación en la que lo más probable sea que nos salga la jugada bien.

Lo mismo ocurre en cualquier negociación, que no sólo puede ser fallida para nosotros, sino que incluso puede ser contraproducente. Tan sólo si no tenemos nada que perder nos podemos permitir llegar muy lejos. Debemos valorar costes y posibles beneficios antes de dar pasos en falso.

Evita las emociones

Los grandes jugadores no sólo son capaces de poner su mejor cara de póker, sino también de evitar que las emociones (de subidón o de abatimiento) entorpezcan sus razonamientos. Tilt es un concepto que se utiliza en el póker para referirse al estado mental de un jugador después de jugar una mala baza, de manera que su conducta se vuelve cada vez más errática, lo que suele hacer que pierda mucho dinero. Es frecuente que, después de perder mucho dinero, el jugador quiera recuperarlo rápidamente, pero esta estrategia suele ser contraproducente.

Debemos ceñirnos siempre a la estrategia pensada de antemano y no dejar que un cambio de humor imprevisto nos haga cambiar de táctica. Perder una batalla no es perder la guerra, por lo que, aunque una negociación haya sido fallida, debemos salir de ella lo suficientemente reforzados como para contraatacar en un mejor momento.