A principios del verano pasado, la Comisión del Juego del Estado de Nevada animaba a todos sus licenciados a prohibir el uso de las Google Glass en el interior de sus instalaciones.
Las Google Glass son un novedoso dispositivo audiovisual que aún no tiene distribución comercial, montado en el marco de unas gafas y manejado por voz.
Aparte de lo curioso o exagerado de esta paranoia sobre el avance tecnológico de Google, ya había alguna que otra noticia que respaldaba en cierta manera la decisión de los responsables del juego en Las Vegas.
En el blog de poker y ajedrez del ABC, ya se comentaba en mayo que el jugador profesional Colin Jones, fundador del famoso The Church Team y protagonista de un multipremiado documental que muestra cómo el grupo utiliza el conteo de cartas para ganar un dineral al blackjack, tenía el proyecto de crear una aplicación que ayudará a contar cartas con el dispositivo de Google.
Pero su posible aplicación en el mundo del poker era más teórica que práctica
Un redactor de la revista Esquire decidió escribir para la edición de diciembre un diario en el que ponía a prueba el futurista artilugio en diversas facetas de su rutina y ocio personales, y una de las ideas que tuvo fue aprovechar sus Google Glass para pelar a unos amigos en una timba casera de poker.
La trampa a la que decidió recurrir fue el “ghosting”. Consiste en dejar que otra persona mejor capacitada supervise tu juego. El montaje consistía simplemente en aprovechar la posibilidad de emitir en streaming lo que estaba viendo a través de las Google Glass, y a su vez, ver en pantalla la webcam de su interlocutor, un jugador mucho más avezado.
El redactor acercaba sus cartas a la cámara de las gafas, y su compinche, por medio de un rudimentario sistema de gestos, le indicaba si debía foldear, pagar o subir. Las inadvertidas víctimas, que dudaban del correcto conocimiento de las normas del Texas Hold’em por parte de su amigo, en realidad se estaban enfrentando a un jugador mucho más ducho en el arte del poker, que les levantó una interesante cantidad de dinero.
Una vez comprobado el éxito del aparato, el dinero fue devuelto a los incautos y el redactor pasó a realizar otras pruebas, como seducir a varias jovencitas en un bar o ver una película mientras hacía diversos recados y tareas del hogar.